Artículo nº 1 - Túpac Amaru y la lucha por la independencia
Fuente: Felipe Pigna, Adaptación para El Historiador
del libro Los mitos de la historia argentina 1, Buenos Aires, Grupo
Editorial Norma, 2004.
El Inca José Gabriel Condorcanqui, conocido como Túpac
Amaru fue ejecutado en Cuzco, Perú, por orden de las autoridades hispanas. Se
había rebelado contra el rey de España e intentado recobrar la independencia
del Perú. En su lucha obtuvo el apoyo de indígenas y españoles criollos tanto
en el Virreinato del Perú como en el del Río de la Plata. Logró
convulsionar a doce provincias del primero y a ocho del segundo, pero la
rebelión fue totalmente sofocada y el 18 de mayo de 1781 Túpac Amaru fue
asesinado y descuartizado en la plaza de Cuzco.
Túpac Amaru nació el 19 de marzo del año 1740 en el
pueblo de Surimaná, provincia de Tinta (actual Perú). Heredó los cacicazgos de
Pampamarca, Tungasuca y Surimaná y una importante cantidad de mulas lo que
convirtieron en un cacique de buena posición dedicado al transporte de
mercaderías.
Pero la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 perjudicó
seriamente al Virreinato del Perú. El cierre de los obrajes, la paralización de
las minas y la crisis del algodón y el azúcar provocaron el incremento de la
desocupación y la pérdida para miles de indígenas de sus míseros ingresos. Ante
esta situación Túpac presentó una petición formal para que los indios fueran
liberados del trabajo obligatorio en las minas. Allí decía: “Entonces
morían los indios y desertaban pero los pueblos eran numerosos y se hacía menos
sensible; hoy, en la extrema decadencia en que se hallan, llega a ser imposible
el cumplimiento de la mita porque no hay indios que las sirvan y deben volver
los mismos que ya la hicieron...".
Denunciaba los esfuerzos inhumanos a que eran
sometidos, los largos y peligrosos caminos que debían andar para llegar hasta
allí "más de doscientas jornadas de ida y otras tantas de vuelta”. Pedía
también el fin de los obrajes, verdaderos campos de concentración donde se
obligaba a hombres y mujeres, ancianos y niños a trabajar sin descanso.
Denunciaba particularmente al sistema de repartimientos, antecedente del
bochornoso pago en especie. La soberbia Audiencia de Lima, compuesta
mayoritariamente por encomenderos y mineros explotadores, ni siquiera se dignó
a escuchar sus reclamos.
Túpac fue entendiendo que debía tomar medidas más
radicales y comenzó a preparar la insurrección más extraordinaria de la
que tenga memoria esta parte del continente. La primera tarea fue el acopio de
armas de fuego, vedadas a los indígenas. Abuelos y nietos se dedicaban a las
armas blancas, pelando cañas, preparando flechas vengadoras. Las mujeres tejían
maravillosas mantas con los colores prohibidos por los españoles. Una de ellas
será adoptada como bandera por el ejército libertador. Tiene los colores del
arco iris y aún flamea en los Andes peruanos.
La independencia propuesta por Túpac no era sólo un
cambio político, implicaba modificar el esquema social vigente en la América española. Su
movimiento produjo una profunda conmoción en el Perú, grandes transformaciones
internas y amplias resonancias americanas, "muera el mal gobierno;
mueran los ministros falsos, y viva siempre la plata…. Y mueran como merecen
los que a la justicia faltan y los que insaciable roban con la capa de
aduana".
Los elevados impuestos y los nuevos repartimientos
realizados a la llegada del virrey Agustín de Jáuregui provocaron que
Condorcanqui se decidiera a comenzar la rebelión. La ocasión se presentó
cuando el obispo criollo Moscoso excomulgó al corregidor de Tinta, Arriaga,
individuo particularmente odiado por los indios. El 4 de noviembre de 1780,
Túpac Amaru, con su autoridad de cacique de tres pueblos, mandó detener a
Antonio de Arriaga, y lo obligó a firmar una carta donde pedía a las
autoridades dinero y armas y llamaba a todos los pueblos de la provincia a
juntarse en Tungasuca, donde estaba prisionero. Le fueron enviados 22000 pesos,
algunas barras de oro, 75 mosquetes, mulas, etcétera. Tras un juicio sumario,
Arriaga fue ajusticiado en la plaza Tungasuca el 9 de noviembre.
Emitió un bando reivindicando para sí la soberanía
sobre estos reinos que decía: “los Reyes de Castilla me han tenido usurpada
la corona y dominio de mis gentes, cerca de tres siglos, pensionándome los
vasallos con insoportables gabelas, tributos, piezas, lanzas, aduanas,
alcabalas, estancos, catastros, diezmos, quintos, virreyes, audiencias,
corregidores, y demás ministros: todos iguales en la tiranía, vendiendo la
justicia en almoneda con los escribanos de esta fe, a quien más puja y a quien
más da, entrando en esto los empleos eclesiásticos y seculares, sin temor de
Dios; estropeando como a bestias a los naturales del reino; quitando las vidas
a todos los que no supieren robar, todo digno del más severo reparo. Por eso, y
por los clamores que con generalidad han llegado al Cielo, en el nombre de Dios
Todopoderoso, ordenamos y mandamos, que ninguna de las personas dichas, pague
ni obedezca en cosa alguna a los ministros europeos intrusos”.
Por donde pasaba el ejército libertado se acababa la
esclavitud, la mita, y la explotación de los seres humanos. El 18 de noviembre
de 1780 se produjo la batalla de Sangarará. En este primer combate, las fuerzas
rebeldes derrotaron al ejército realista. A partir de entonces, la rebelión
tomó un carácter más radical con un líder a la altura de las circunstancias que
proponía: "Vivamos como hermanos y congregados en solo cuerpo.
Cuidemos de la protección y conservación de los españoles; criollos, mestizos,
zambos e indios por ser todos compatriotas, como nacidos en estas tierras y de
un mismo origen". Unos 100.000 indios en una extensión de 1500 kilómetros, de
Salta al Cuzco, se dispusieron a seguir al rebelde. En uno de sus manifiestos
decía Túpac:
“Un humilde joven con el palo y la honda y un
pastor rústico libertaron al infeliz pueblo de Israel del poder de Goliat y
faraón: fue la razón porque las lágrimas de estos pobres cautivos dieron tales
voces de compasión, pidiendo justicia al cielo, que en cortos años salieron de
su martirio y tormento para la tierra de promisión. Mas al fin lograron su
deseo, aunque con tanto llanto y lágrimas. Mas nosotros, infelices indios, con
más suspiros y lágrimas que ellos, en tantos siglos no hemos podido conseguir
algún alivio(...) El faraón que nos persigue, maltrata y hostiliza no es uno
solo, sino muchos, tan inicuos y de corazones tan depravados como son todos los
corregidores, sus tenientes, cobradores y demás corchetes: hombres por cierto
diabólicos y perversos [...] que dar principio a sus actos infernales seria
santificar... a los Nerones y Atilas de quienes la historia refiere sus
iniquidades... En éstos hay disculpas porque, al fin, fueron infieles; pero los
corregidores, siendo bautizados, desdicen del cristianismo con sus obras y más
parecen ateos, calvinistas, luteranos, porque son enemigos de Dios y de los
hombres, idólatras del oro y de la plata. No hallo más razón para tan inicuo
proceder que ser los más de ellos pobres y de cunas muy bajas”.
La gravedad de la situación llevó a los virreyes de
Lima y Buenos Aires a unir sus fuerzas. Vértiz y su colaborador, el inefable
Marqués de Sobremonte le escribían en estos términos al virrey del Perú:“el
buen orden y estado pacífico, consistiría en extirpar el ambicioso origen de
todos los males que padecen los pueblos, segando la cabeza del rebelde José…”.
Con la llegada al Cuzco del visitador Areche y el
inspector general José del Valle la situación se desequilibró en perjuicio de
los rebeldes. Túpac intentó todavía dar un golpe de mano atacando primero, pero
el ejército realista fue advertido por un prisionero escapado y el golpe
fracasó. La noche del 5 al 6 de abril se libró la desigual batalla entre los
dos ejércitos. Según un parte militar “fueron pasados a cuchillo más de mil
y derrotado el resto enteramente”. Al verse perdido Túpac Amaru intentó la
fuga, pero fue hecho prisionero y trasladado al Cuzco. El visitador Areche
entró intempestivamente en su calabozo para exigirle, a cambio de promesas, los
nombres de los cómplices de la rebelión. Túpac Amaru le contestó con desprecio:
“Nosotros dos somos los únicos conspiradores;
Vuestra merced por haber agobiado al país con exacciones insoportables y yo por
haber querido libertar al pueblo de semejante tiranía. Aquí estoy para
que me castiguen solo, al fin de que otros queden con vida y yo solo en el
castigo.”
Túpac fue sometido a las más horribles torturas
durante varios días. Se le ataron las muñecas a la los pies. En la atadura que
cruzaba los ligamentos de manos y pies fue colgada una barra de hierro de 100 libras e izado su
cuerpo a 2 metros
del suelo causándole el dislocamiento de uno de sus brazos. Túpac no delató a
nadie. Se guardó para él y la historia el nombre y la ubicación de sus
compañeros. El siniestro visitador Areche debió reconocer el coraje y la
resistencia de aquel hombre extraordinario en un informe al virrey donde dejaba
constancia que a pesar de los días continuados de tortura, “el inca Tupac
Amaru es un espíritu y naturaleza muy robusta y de una serenidad imponderable”.
El 17 de mayo de 1781 Túpac Amaru fue condenado a
muerte. La condena alcanzó a toda su familia ya que recomendaba que fuera
exterminada toda su descendencia, hasta el cuarto grado de parentesco. La
condena redactada por el Visitador Areche, era todo un manifiesto ideológico y
llegaba a prohibir todo vestigio de la cultura incaica: “…se prohíben y
quitan las trompetas o clarines que usan los indios en sus funciones, y son
unos caracoles marinos de un sonido extraño y lúgubre, y lamentable memoria que
hacen de su antigüedad; y también el que usen y traigan vestidos negros en
señal de luto, que arrastran en algunas provincias, como recuerdos de sus
difuntos monarcas, y del día o tiempo de la conquista, que ellos tienen por fatal,
y nosotros por feliz, pues se unieron al gremio de la Iglesia católica, y a la
amabilísima y dulcísima dominación de nuestros reyes.Y para que estos indios se
despeguen del odio que han concebido contra los españoles, y sigan los trajes
que les señalan las leyes, se vistan de nuestras costumbres españolas, y hablen
la lengua castellana.”
Túpac Amaru y los suyos quedaron expuestos a las fieras. A continuación
transcribimos textualmente el relato de la muerte de la familia Túpac Amaru
ocurrida el 18 de mayo de 1781 contada por sus asesinos:
“El viernes 18 de mayo de 1781, después de haber cercado la plaza con las
milicias de esta ciudad del Cuzco... salieron de la Compañía nueve sujetos
que fueron: José Verdejo, Andrés Castelo, un zambo, Antonio Oblitas (el que
ahorcó al general Arriaga), Antonio Bastidas, Francisco Túpac Amaru; Tomasa
Condemaita, cacica de Arcos; Hipólito Túpac Amaru, hijo del traidor; Micaela
Bastidas, su mujer, yel insurgente, José Gabriel. Todos salieron a un tiempo,
uno tras otro. Venían con grillos y esposas, metidos en unos zurrones, de estos
en que se trae la yerba del Paraguay, y arrastrados a la cola de un caballo
aparejado. Acompañados de los sacerdotes que los auxiliaban, y custodiados de
la correspondiente guardia, llegaron al pie de la horca, y se les dieron por
medio de dos verdugos, las siguientes muertes.
”A Verdejo, Castelo, al zambo y a Bastidas se les
ahorcó llanamente. A Francisco Túpac Amaru, tío del insurgente, y a su hijo
Hipólito, se les cortó la lengua antes de arrojarlos de la escalera de la
horca. A la india Condemaita se le dio garrote en un tabladillo con un torno de
fierro... habiendo el indio y su mujer visto con sus ojos ejecutar estos
suplicios hasta en su hijo Hipólito, que fue el último que subió a la horca.
Luego subió la india Micaela al tablado, donde asimismo en presencia del marido
se le cortó la lengua y se le dio garrote, en que padeció infinito, porque,
teniendo el pescuezo muy delgado, no podía el torno ahogarla, y fue menester
que los verdugos, echándole lazos al cuello, tirando de una a otra parte, y
dándole patadas en el estómago y pechos, la acabasen de matar. Cerró la función
el rebelde José Gabriel, a quien se le sacó a media plaza: allí le cortó la
lengua el verdugo, y despojado de los grillos y esposas, lo pusieron en el
suelo. Le ataron las manos y pies a cuatro lazos, y asidos éstos a las cinchas
de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes:
espectáculo que jamás se ha visto en esta ciudad. No sé si porque los caballos
no fuesen muy fuertes, o porque el indio en realidad fuese de hierro, no
pudieron absolutamente dividirlo después que por un largo rato lo estuvieron
tironeando, de modo que lo tenían en el aire en un estado que parecía una
araña. Tanto que el Visitador, para que no padeciese más aquel infeliz,
despachó de la Compañía
una orden mandando le cortase el verdugo la cabeza, como se ejecutó. Después se
condujo el cuerpo debajo de la horca, donde se le sacaron los brazos y pies.
Esto mismo se ejecutó con las mujeres, y a los demás les sacaron las cabezas
para dirigirlas a diversos pueblos. Los cuerpos del indio y su mujer se
llevaron a Picchu, donde estaba formada una hoguera, en la que fueron arrojados
y reducidos a cenizas que se arrojaron al aire y al riachuelo que allí corre.
De este modo acabaron con José Gabriel Túpac Amaru y Micaela Bastidas, cuya
soberbia y arrogancia llegó a tanto que se nominaron reyes del Perú, Quito,
Tucumán y otras partes...”
Artículo Nº 2 - La
Semana de Mayo de 1810
Autor: Felipe Pigna.
Viernes 18
El 14 de mayo de 1810 había llegado a Buenos Aires la fragata inglesa Mistletoe
trayendo periódicos que confirman los rumores que circulaban intensamente por
Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de
Sevilla, último bastión del poder español.
El viernes 18 el virrey Cisneros hizo publicar lee por los pregoneros (porque
la mayoría de la población no sabía leer ni escribir) una proclama que
comenzaba diciendo: "A los leales y generosos pueblos del virreinato de
Buenos Aires." El virrey advertía que "en el desgraciado caso de una
total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno" él asumiría
el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el
virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear
una Regencia Americana en representación de Fernando. Cisneros aclaraba que no
quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda
dominación extraña y, finalmente prevenía al pueblo sobre "los genios
inquietantes y malignos que procuran crear divisiones". A medida que los
porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de
tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo
hablaba de política y hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato.
La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo había nombrado
virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba claramente
cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables para la acción de los
patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en forma secreta en la en
la jabonería de Vieytes. La misma noche del 18 los jóvenes revolucionarios se
reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la
convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba el
virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan José
Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.
Sábado 19
Las reuniones continuaron hasta la madrugada del Sábado 19 y sin dormir, por la
mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la
convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo
propio ante el síndico Leiva.
Domingo 20
El domingo 20 el virrey Cisneros reunió a los jefes militares y les pidió su
apoyo ante una posible rebelión, pero todos se rehusaron a brindárselo. Por la
noche Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de
cabildo abierto. El virrey dijo que era una insolencia y un atrevimiento y
quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos
para decidir. Cisneros le contestó "Ya que el pueblo no me quiere y el
ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran" y convocó al Cabildo
para el día 22 de Mayo. En el "Café de los Catalanes y en "La Fonda de las Naciones",
los criollos discutían sobre las mejores estrategias para pasar a la
acción
Lunes 21
A las nueve de la mañana se reunió el Cabildo como todos los días para tratar
los temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos los cabildantes tuvieron que
interrumpir sus labores. La
Plaza de la
Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de
pistolas y puñales que llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y
en sus solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la
defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo
French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la "Legión
Infernal" y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo
Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud. El síndico Leiva
sale al balcón y anuncia formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día
siguiente. Pero los "infernales" no se calman, piden a gritos que el
virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios,
Cornelio Saavedra quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus
reclamos.
Martes 22
Ya desde temprano fueron llegando los "cabildantes". De los 450
invitados sólo concurrieron 251. También estaba presente una "barra"
entusiasta. En la plaza French, Beruti y los infernales esperan las novedades.
La cosa se fue calentando hasta que empezaron los discursos, que durarán unas
cuatro horas, sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Comenzó
hablando el Obispo Lué diciendo que mientras hubiera un español en América, los
americanos le deberían obediencia. Le salió al cruce Juan José Castelli
contestándole que habiendo caducado el poder real, la soberanía debía volver al
pueblo que podía formar juntas de gobierno tanto en España como en América. El
Fiscal de la Audiencia,
Manuel Villota señaló que para poder tomar cualquier determinación había que
consultar al resto del virreinato. Villota trataba de ganar tiempo, confiando
en que el interior sería favorable a la permanencia del virrey. Juan José Paso
le dijo que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente
una junta de gobierno.
Casi todos aprobaban la destitución del virrey pero no se ponían de acuerdo en
quien debía asumir el poder y por qué medios. Castelli propuso que fuera el
pueblo a través del voto el que eligiese una junta de gobierno; mientras que el
jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo
gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en
que los miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al
virrey.
"Modales"
El debate del 22 fue muy acalorado y despertó las pasiones de ambos bandos. El
coronel Francisco Orduña, partidario del virrey, contará horrorizado que
mientras hablaba fue tratado de loco por no participar de las ideas
revolucionarias "... mientras que a los que no votaban contra el jefe
(Cisneros), se les escupía, se les mofaba, se les insultaba y se les
chiflaba."
Miércoles 23
Por la mañana se reunió el Cabildo para contar los votos emitidos el día
anterior y emite un documento: "hecha la regulación con el más prolijo
examen resulta de ella que el Excmo. Señor Virrey debe cesar en el mando y
recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo (...) hasta la erección de una
Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime
conveniente. El síndico Leiva, adicto al virrey prepara una maniobra: nombrar
una Junta presidida por Cisneros.
Jueves 24
Se confirmaron las versiones: el Cabildo designó efectivamente una junta de
gobierno presidida por el virrey e integrada por cuatro vocales: los españoles
Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos Inchaurregui y los criollos Juan José
Castelli y Cornelio Saavedra, burlando absolutamente la voluntad popular. Esto
provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Castelli y Saavedra
renunciaron a integrar esta junta Muchos como el coronel Manuel Belgrano fueron
perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en sus memorias "En estas
circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios,
que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado
en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus
amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido
por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez
Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre
la cruz de su espada dijo: "Juro a la patria y a mis compañeros, que si a
las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de
caballero, yo le derribaré con mis armas."
Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en
la casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La junta
quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana
siguiente.
Así recuerda Cisneros sus últimas horas en el poder:
"En aquella misma noche, al celebrarse la primera sesión o acta del
Gobierno, se me informó por alguno de los vocales que alguna parte del pueblo
no estaba satisfecho con que yo obtuviese el mando de las armas, que pedía mi
absoluta separación y que todavía permanecía en el peligro de conmoción, como
que en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y
paisanos, y esto era lo que llamaban pueblo, (..). Yo no consentí que el
gobierno de las armas se entregase como se solicitaba al teniente coronel de
Milicias Urbanas Don Cornelio de Saavedra, arrebatándose de las manos de un
general que en todo tiempo las habría conservado y defendido con honor y quien
V.M las había confiado como a su virrey y capitán general de estas provincias,
y antes de condescender con semejante pretensión, convine con todos los vocales
en renunciar los empleos y que el cabildo proveyese de gobierno."
El 25 de mayo de 1810
Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 amaneció lluvioso y frío. Pero la
"sensación térmica" de la gente era otra . Grupos de vecinos y
milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando
frente al cabildo a la espera de definiciones. Algunos llevaban en sus pechos
cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios habían usado
durante las invasiones inglesas.
Pasaban las horas, hacía frío, llovía y continuaban las discusiones. El cabildo
había convocado a los jefes militares y estos le hicieron saber al cuerpo a
través de Saavedra que no podían mantener en el poder a la Junta del 24 porque corrían
riesgos personales porque sus tropas no les responderían. La mayoría de la
gente se fue yendo a sus casas y el síndico del Cabildo salió al balcón y
preguntó "¿Dónde está el pueblo?". En esos momentos Antonio Luis
Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos infernales y dijo
"Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en
circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si hasta
ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de
sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una
gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí.
¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros
tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan
de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque no estamos
dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la
mano, no responderemos de nada." Poco después se anunció finalmente que se
había formado una nueva junta de gobierno .El presidente era Cornelio Saavedra;
los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, eran sus secretarios; fueron
designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel
de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y
Domingo Matheu. Comenzaba una nueva etapa de nuestra historia.
La Junta
declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Así lo recuerda Saavedra en
sus memorias "Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del
recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de
experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan
públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese
había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio.
Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII
a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y
mandatos."
Para algunos era sólo una estrategia a la que llamaron la "máscara de
Fernando", es decir, decían que gobernaban en nombre de Fernando pero en
realidad querían declarar la independencia. Pensaban que todavía no había
llegado el momento y no se sentían con la fuerza suficiente para dar ese paso
tan importante. La máscara de Fernando se mantendrá hasta el 9 de julio de
1816.
Pero los españoles no se creyeron lo de la máscara o el manto de Fernando y se
resistieron a aceptar la nueva situación.
En Buenos Aires el ex virrey Cisneros y los miembros de la Audiencia trataron de
huir a Montevideo y unirse a Elío (que no acataba la autoridad de Buenos Aires
y logrará ser nombrado virrey), pero fueron arrestados y enviados a España en
un buque inglés.
Artículo Nº 3 - 25 de mayo de 1810 - Revolución de Mayo
Autor: Pigna, Felipe, Los Mitos de la Historia Argentina,
Buenos Aires, Norma. 2004
Durante la etapa virreinal, España mantuvo un férreo
monopolio con sus colonias americanas, impidiendo el libre comercio con
Inglaterra, beneficiaria de una extensa producción manufacturera en plena
revolución industrial. La condena a la intermediación perpetua por parte de
España encarecía los intercambios comerciales y sofocaba el crecimiento de las
colonias. La escasez de autoridades españolas y la necesidad de reemplazar al
régimen monopólico, sumado a las convulsiones que se vivían Europa tras la
invasión napoleónica, llevaron a un grupo destacado de la población criolla a
impulsar un movimiento revolucionario.
Para febrero de 1810 casi toda España se encontraba en
manos de los franceses. Un Consejo de Regencia gobernaba la península en nombre
de Fernando VII, prisionero de Napoleón. El 13 de mayo de 1810 llegaron a
Buenos Aires las noticias de la caída de la Junta Central de
Sevilla, último bastión del poder español.
La autoridad que había designado al virrey Baltasar
Hidalgo de Cisneros había, por tanto, caducado y la propia autoridad del virrey
se encontraba cuestionada. Pronto Cisneros debió ceder a las presiones de las
milicias criollas y de un grupo de jóvenes revolucionarios y convocó a un
Cabildo Abierto para el 22 de mayo de 1810. El Cabildo, dominado por españoles,
burló la voluntad popular y estableció una junta de gobierno presidida por el
propio Cisneros. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Cornelio
Saavedra y Juan José Castelli obtuvieron la renuncia del ex virrey.
El 25 de mayo, reunido en la Plaza de la Victoria, actual Plaza de
Mayo, el pueblo de Buenos Aires finalmente impuso su voluntad al Cabildo
creando la Junta
Provisoria Gubernativa del Río de la Plata integrada por:
Cornelio Saavedra, presidente; Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de
Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, vocales; y Juan José
Paso y Mariano Moreno, secretarios. Quedó así formado el primer gobierno
patrio, que no tardó en desconocer la autoridad del Consejo de Regencia
español.
Hemos elegido algunos extractos del
pensamiento de Mariano Moreno, uno de los más esclarecidos patriotas de la Revolución de Mayo,
donde reivindica valores todavía vigentes como la importancia de la instrucción
y la educación como método contra las tiranías, la necesidad de vigilar la
conducta de los representantes, los reparos ante las injerencias del extranjero
y la necesidad de una organización federal en el gobierno.
“El oficial de nuestro ejército después de asombrar al
enemigo por su valor, debe ganar a los pueblos por el irresistible atractivo de
su instrucción. El que se encuentre desnudo de estas cualidades redoble sus
esfuerzos para adquirirlas, y no se avergüence de una dócil resignación a la
enseñanza que se le ofrece, pues en un pueblo naciente todos somos
principiantes, y no hay otra diferencia que la de nuestros buenos deseos: el
que no sienta los estímulos de una noble ambición de saber y distinguirse en su
carrera, abandónela con tiempo, y no se exponga al seguro bochorno de ser
arrojado con ignominia: busque para su habitación un pueblo de bárbaros o de
esclavos y huya de la gran Buenos Aires que no quiere entre sus hijos hombres
extranjeros a las virtudes.”
“El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus
representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la
execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder
para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren
bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal.
“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan
sus derechos, si cada hombre no conoce, lo que vale, lo que puede y lo que
sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún
tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos,
sin destruir la tiranía”
“Los pueblos deben estar siempre atentos a la
conservación de sus intereses y derechos y no deben fiar más que de sí mismos.
El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar
cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo en buena hora, aprendamos
las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y
franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas; pero
miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de
aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del
embelesamiento que les habían producido los chiches y coloridos abalorios.
Aprendamos de nuestros padres y que no se escriba de nosotros lo que se ha
escrito de los habitantes de la antigua España con respecto a los cartagineses
que la dominaron:
Libre, feliz, España independiente
Se abrió el cartaginés incautamente:
Viéronse estos traidores
Fingirse amigos, para ser señores;
Entrar vendiendo para salir mandando’”
Fuente: Mariano Moreno, Escritos Políticos, Buenos
Aires, La Cultura
Argentina, 1915
“En vano publicaría esta Junta principios liberales,
que hagan apreciar a los pueblos el inestimable don de su libertad, si
permitiese la continuación de aquellos prestigios, que por desgracia de la
humanidad inventaron los tiranos, para sofocar los sentimientos de la naturaleza.
Privada la multitud de luces necesarias, para dar su verdadero valor á todas
las cosas; reducida por la condición de sus tareas á no extender sus
meditaciones mas allá de sus primeras necesidades; acostumbrada á ver los
magistrados y jefes envueltos en un brillo, que deslumbra á los demás, y los
separa de su inmediación; confunde los inciensos y homenajes con la autoridad
de los que los disfrutan; y jamás se detiene en buscar á el jefe por los
títulos que lo constituyen, sino por el voto y condecoraciones con que siempre
lo ha visto distinguido. De aquí es, que el usurpador, el déspota, el asesino
de su patria arrastra por una calle pública la veneración y respeto de un
gentío inmenso, al paso que carga la execración de los filósofos, y las maldiciones
de los buenos ciudadanos; y de aquí es, que á presencia de ese aparato
exterior, precursor seguro de castigos y todo género de violencias, tiemblan
los hombres oprimidos, y se asustan de sí mismos, si alguna vez el exceso de
opresión les había hecho pensar en secreto algún remedio”.
Algunos miopes quieren ver en esta disputa el origen de la oposición entre
unitarios y federales, alineando por supuesto a Moreno en el rol de padre del
unitarismo y a Saavedra como progenitor, ya que nuestra historia es fanática de
los padres, del federalismo. Es curioso porque Saavedra, hombre poco afecto a
la filosofía y a la escritura, no ha dejado una sola línea en la que mencione
siquiera las palabras federalismo o federación, mientras que el “unitario”
Moreno le dedica varios párrafos de su texto: Sobre las miras del Congreso que
acaba de convocarse, y la
Constitución del Estado: Allí señalaba:
“El gran principio de la federación se halla en que los estados individuales,
reteniendo la parte de soberanía que necesitan para sus negocios internos,
ceden a una autoridad suprema y nacional la parte de soberanía que llamaremos
eminente, para los negocios generales, en otros términos, para todos aquellos
puntos en que deben obrar como nación. De que resulta, que si en actos particulares,
y dentro de su territorio, un miembro de la federación obra independientemente
como legislador de sí mismo, en los asuntos generales obedece en clase de
súbdito a las leyes y decretos de la autoridad nacional que todos han formado.
En esta forma de gobierno, por más que se haya dicho en contrario, debe
reconocerse la gran ventaja del influjo de la opinión del contento general: se
parece a las armonías de la naturaleza, que están compuestas de fuerzas y
acciones diferentes, que todas concurren a un fin, para equilibrio y
contrapeso, no para oposición; y desde que se practica felizmente aun por
sociedades incultas no puede ser calificada de difícil. Este sistema es el
mejor quizá, que se ha discurrido entre los hombres”
Artículo Nº 4 - 25 de mayo de 1810 - Un camino hacia la
independencia
Fuente: Adaptación para El Historiador del
libro de Felipe Pigna Los Mitos de la Historia Argentina
I, Buenos Aires, Editorial Norma, 2004.
Mucho antes de que se iniciara la etapa
independentista, Mariano Moreno ya mostraba un particular interés por la
situación de los indios y los derechos del hombre. En su tesis doctoral
titulada Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios,
que escribió en 1801 decía, entre otras cosas: “Desde el descubrimiento empezó
la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber
nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que
prefieren dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus
amos, jueces y curas. Se ve continuamente sacarse violentamente a estos
infelices de sus hogares y patrias, para venir a ser víctimas de una disimulada
inmolación. Se ven precisados a entrar por conductos estrechos y subterráneos
cargando sobre sus hombros los alimentos y herramientas necesarias para su
labor, a estar encerrados por muchos días, a sacar después los metales que han
excavado sobre sus propias espaldas, con notoria infracción de las leyes, que
prohíben que aun voluntariamente puedan llevar cargas sobre sus hombros,
padecimientos que, unidos al mal trato que les es consiguiente, ocasionan que
de las cuatro partes de indios que salen de la mita, rara vez regresen a sus
patrias las tres enteras”[1].
No estaría mal que los llamados liberales argentinos y
sus socios históricos en todos los golpes militares, los nacionalistas de
derecha, que, por distintos motivos siempre inconfesables, intentan vincular a
Moreno con Rivadavia, tuvieran presente este párrafo en el que Moreno describe
al futuro padre de la deuda externa, en estos términos: “Sírvase V.S. fijar la
vista sobre la conducta de este joven: ya sostiene un estudio abierto, sin ser
abogado; ya usurpa el aire de los sabios sin haber frecuentado sus aulas; unas
veces aparece de regidor que ha durar pocos momentos: otras veces se presenta
como un comerciante acaudalado, y todos estos papeles son triste efecto de la
tenacidad con que afecta ser grande en todas las carreras, cuando en ninguna de
ellas ha dado hasta ahora el primer paso. No tiene carrera, es notoriamente de
ningunas facultades, joven sin ejercicio, sin el menor mérito y de otras
cualidades que son públicas en esta ciudad”[2].
El protagonismo de Moreno comenzó el 25 de mayo de
1810, al asumir la
Secretaría de Guerra y Gobierno de la Primera Junta, cuando
dijo en su discurso inaugural: “La variación presente no debe limitarse a
suplantar a los funcionarios públicos e imitar su corrupción y su indolencia.
Es necesario destruir los abusos de la administración, desplegar una actividad
que hasta ahora no se ha conocido, promover el remedio de los males que afligen
al Estado, excitar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o
contener a sus enemigos y dar nueva vida a las provincias. Si el gobierno huye
el trabajo; si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza
con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del
pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendado en
sus manos”.
Cornelio Saavedra defensores de sus privilegios y, por
lo tanto, favorables al mantenimiento de la situación social anterior, en la
que, como decía Moreno, “hay quienes suponen que la revolución se ha hecho para
que los hijos del país gocen de los altos empleos de que antes estaban
excluidos; como si el país hubiera de ser menos desgraciado por ser hijos suyos
los que lo gobiernan mal”.
El 7 de junio[3] fundó el
órgano oficial del gobierno revolucionario, La Gaceta de
Buenos Aires, donde escribió: “El pueblo tiene derecho a saber la conducta
de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la
execración con quien miran aquellas reservas y misterios inventados por el
poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes
obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Para logro de tan justos
deseos ha resulto la Junta
que salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de
Buenos Aires”[4].
Como no ignoraba el alarmante porcentaje de
analfabetismo de la población, ordenó que se leyera a Rousseau desde los
púlpitos de las iglesias, lo que puso un poco nerviosos a algunos sacerdotes
contrarrevolucionarios. En el prólogo a la obra (Contrato social)
decía: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus
derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe,
nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo
entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin
destruir la tiranía”[5].