Sobre la baja participación en las elecciones.
¿Cuestionamiento a
la obligatoriedad, o apatía y desencanto electoral?
Dos fenómenos electorales destacables se produjeron en
estos más de cuarenta años de democracia ininterrumpida desde 1983 en cuanto a
participación ciudadana:
·
Durante la crisis de 2001 la gente se expresó
rechazando la mayoría de las expresiones políticas con el voto en blanco y el
voto anulado ex profeso, a través de los medios más insólitos, como incluir en
los sobres fotos de Osama Bin Laden, fetas de fiambre, epítetos e insultos a la
clase política, etc. que aparecían en los votos escrutados de las urnas, como
una forma de protesta y apatía con los candidatos y los partidos políticos, en
una época de boleta sábana nacional y donde subsistía la vieja ¨ley de lemas¨
en nuestra provincia que multiplicaba la cantidad de ofertas y combinaciones
electorales al infinito. La gente protestaba, pero votaba.
·
El segundo caso, en las últimas elecciones
provinciales y nacionales, donde por primera vez se registraron porcentajes de
participación que no superaron el 50 % de los empadronados, en un contexto de
¨voto obligatorio¨, o sea, donde la ley prevé sanciones para aquellos que no
cumplen con sus obligaciones cívicas.
Este segundo fenómeno, puede explicarse por dos
factores. Por un lado, por las mismas causas que generaron el voto ¨protesta¨
del año 2001, pero por el otro, también está el hecho de que las camadas de
electores han cambiado, y nuevas generaciones de jóvenes tienen distintas
percepciones y un distinto concepto sobre la política y la militancia. En estos
jóvenes generalmente reina la apatía, una escasa inquietud, indiferencia o
hasta rechazo por la participación política.
Un votante de 25 años que protestaba en 2001, hoy es
un adulto de casi 50 años, y los actuales jóvenes en edad de iniciar su
participación electoral, no habían nacido o estaban recién naciendo. El mundo,
el país y la sociedad han cambiado enormemente. En 2001 sin redes sociales, sin
celulares tal como los conocemos actualmente, las inquietudes se expresaban
distinto y en forma más directa y tangible. Hoy la forma de canalizar intereses
u opiniones, es más virtual y hay un abanico de canales de expresión que
suplantan la exclusividad del voto cada dos años. No está desubicado plantear
entonces, cómo rediseñar o reimpulsar la participación social en este contexto,
42 años después de lograda la democracia, tras la larga lucha contra las
dictaduras.
Obligatoriedad si,
obligatoriedad no
La obligatoriedad del sufragio en nuestro país se
dispuso tras una larga lucha cívica, por la histórica ley electoral de 1912 del
voto secreto, obligatorio y universal masculino, donde el otrora presidente
Roque Sáenz Peña, promulgando dicha ley, puso el último clavo al féretro del
Régimen Conservador oligárquico iniciado en 1880 con la Generación del 80, que
se perpetuó en el poder gracias al fraude electoral, el voto cantado,
facultativo, y el sufragio voluntario, dando paso a la democratización política
que significó la llegada del radicalismo al poder gracias al voto popular.
Esa obligatoriedad buscó generar una cultura cívica de
la participación, tuvo una faz educativa en un país que nacía a la democracia
política. Canalizó la expresión de la nueva clase media y de los hijos de
inmigrantes recientemente incorporados al país.
En el mundo hoy existen 24 países que tienen instaurado el voto
obligatorio, casi todo Sudamérica, Australia y México, mientras que, en otros
como Chile, Estados Unidos, Colombia, Venezuela, en casi todo Europa, entre
otros, optaron por el voto voluntario. Pero la participación en estos países
donde es decisión de cada ciudadano participar, no baja de un 50 % a un 60 %
aproximadamente, y lo problemático es que, es el mismo o menor aún que el
porcentaje de participación en las urnas que hoy tiene la Argentina, o que tuvo
Santa Fe este año, donde el voto es obligatorio y está penalizado el no
ejercicio del sufragio.
¿Sin con obligatoriedad hoy difícilmente se arrimen a
las urnas la mitad de los ciudadanos, que sucedería si Argentina adoptara la
voluntariedad del sufragio? ¿Es la apatía, es la crisis y el desencanto con la
política la que genera esta vacancia de participación, o se está cuestionando
la obligatoriedad del sufragio? ¿A que apunta la sociedad reiterando estos
porcentajes tan bajos de participación desde la instauración de la democracia
en 1983? ¿Está madura la cultura cívica argentina para abandonar la
obligatoriedad del voto? ¿Qué consecuencias traerá en la legitimidad
democrática la persistencia en la baja en la participación en las elecciones?
Lic. Guillermo Virgili
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